jueves, 29 de marzo de 2012

Una Historia de No Amor

Son ellos los que ahora parecen no entenderse, ellos para los que el amor aparentemente no es suficiente.

Sentados en un par de rocas bastante alejadas buscaban mirarse sin que nadie más se diera cuenta, no sabían lo que sentían, ni siquiera sabían que buscaban mirarse. Pasaron así mucho tiempo, ella sentía que había algo en él, ella no sabía que sentía él. Un día cualquiera decidieron comunicarse, pero dejaron de mirarse. Escribían palabras en frescas hojas que el viento llevaba al lugar donde cada uno se encontraba. Viento aquel que parecía acercarlos. Palabras que cada vez eran más dulces.

La sinceridad y la ternura eran protagonistas; la distancia y el miedo antagonistas.

El viento, intermediario entre ella y él un día se cansó y quiso que regresaran a las rocas, así fuera pocas veces, pocas horas a la semana, tal vez 3 o 4. Así lo hicieron pero esta vez el miedo estaba más fuerte, quizá ese sentimiento raro que parecía dibujarse en las hojas también lo estaba.

A pesar de todo seguían haciendo uso del viento y de las hojas. Sus cuerdas vocales se atrofiaban cuando cruzaban esporádicamente las miradas.

Casi de repente las hojas se secaron, el árbol del cual caían, empezó a tornarse marrón sin que ellos se dieran cuenta. Tiempo después él se dio cuenta de lo que pasaba, tomó cuidado de su árbol el cual de nuevo empezó a producir hojas verdes. En una de esas le escribió a ella lo que debía hacer. Cuando el viento llegó sorpresivamente con aquella hoja, ella comprendió lo que él decía pero se alegró al sentir que así fuera a través del viento, había regresado y casi no puede creer haber sentido que en su cara se dibujaba esa sonrisa tonta.

El viento, inteligente, sintió que mientras las hojas no estaban ellos se extrañaban más, era el aliado de este par de soñadores que después de sufrir algunas heridas, empezaban a creer en el amor.

Un temblor pequeño separó las rocas de tal manera en que ya no podían verse, ella sintió entonces la necesidad de pasar un momento con él. No le importaba nada, ni su corazón alterado, ni su sonrisa nerviosa al esperar tan anhelado encuentro. Se llegó el día, o mejor, la noche. Un poco fría en todos los aspectos. Fue un lindo momento en el que sus cuerdas vocales no se atrofiaron, aunque las palabras salían del cerebro, de la memoria, pero… al menos ella no tuvo el valor para sacar ninguna del corazón. Esas sólo salían cuando de escribir en las hojas se trataba. Un corto abrazo que ella deseó que no terminara cerró aquel momento de soledad con él.

Volvieron a sus lugares, ella encontró una hoja con dulces palabras e inmediatamente escribió en una, palabras aún más dulces. La miel cubría las hojas que compartieron a través del siempre presente viento luego de ese encuentro.

Pasaron los días y el viento se tornaba pesado y ya no aparecía tanto como antes. Pensaron quizá que era su culpa, que no debieron llenar las hojas de tanta miel, que habían empezado a escribir su historia por la conclusión y no por la introducción. Ahora se encontraban en el nudo.

Un fugaz encuentro con cruce de pocas palabras le despertó a ella las mariposas que se habían dormido algunos días, estas locas empezaron a revolotear duramente en su estómago devolviéndole a ella la sonrisa tonta y la visión positiva de la vida.

El viento regresó aunque continúa pesado, parece que su historia aún está en el nudo, un nudo que para desgracia de ella no quiere desenredarse y tiende quizá a romperse.

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