jueves, 3 de noviembre de 2011

La hermosa hada y su extraño árbol

Había una vez un hada a la que le gustaba mucho salir de su bosque para visitar y conocer bosques nuevos. Le encantaba ver la diversidad de árboles que encontraba en cada uno de ellos y sentarse a hablarles. A algunos árboles veía en otros bosques también y esto la hacía feliz. Era amiga de muchos y apreciaba casi a todos los árboles que conocía. En medio de su recorrido por diversos bosques encontró un árbol bastante particular. Era de altura promedio, delgado pero parecía muy fuerte. Este, era diferente a los que la inocente hada estaba acostumbrada a ver. Quiso hablarle pero sintió un extraño miedo, quizá por lo callado que era aquel árbol. A pesar de que no hablaron mucho en esta visita al bosque le cayó bastante bien y ocasionalmente cuando una u otra cosa se lo recordaba le daban ganas de verlo nuevamente.

Pasaron algunos meses hasta que se volvieran a ver en un bosque muy similar a ese donde se habían conocido. Igualmente callado pero un poco más sonriente estuvo aquel árbol. También había crecido un poco. En aquella ocasión cruzaron más palabras y compartieron algunas risas. Se despidieron con un abrazo.

Meses después se encontraron de nuevo. Esta vez en el bosque donde vivía este extraño árbol. Cuando la hermosa hada lo vio se sorprendió al encontrarlo mucho más alto y más sonriente. Aquel día compartieron muchos momentos y más risas que la vez anterior, pese a que este árbol no reía con mucha facilidad. Cuando el hada volvió a su bosque se sorprendió nuevamente al sentir que recordaba más que de costumbre a este árbol y con el paso de los días lo extrañaba. Le hacía falta hablar con aquel árbol serio que aunque sonreía poco, siempre se le veía muy bien su sonrisa y tenía el gran poder de contagiársela a ella.

Poco tiempo después el hada volvería a ver al árbol, de nuevo en su bosque. Pensó que por el poco tiempo que había pasado desde la última vez que lo vio, estaría igual. Pero no sabía lo equivocada que estaba al pensar esto. Cuando llegó el anhelado momento de ver de nuevo al árbol, vio que este tenía en sus ramas unos frutos muy llamativos. Pocas veces el hada había visto árboles frutales por lo que le pareció bastante inusual que este tuviera. Recordó que desde que conoció a este árbol le pareció especial, más allá de que en un principio se parecía a los demás. También recordó que cada vez que se veían él tenía algo nuevo que la sorprendía pero esto había pasado un poco los límites.

Las frutas de este árbol impactaron al hada por lo que quería conocer su sabor. Le daba un poco de miedo porque estaban muy altas y además, hacía poco había comido unas frutas algo parecidas a estas y le habían producido fuertes dolores de estómago.

La diferencia de estas frutas a las anteriores era la altura a la que se encontraban. Estas estaban muy altas y aunque el hada no había intentado volar para alcanzarlas creía que no iba a poder. Las anteriores frutas eran más vistosas que estas y estaban a una altura que el hada fácilmente pudo alcanzar. Pensó que quizá estas dos diferencias importantes, además de las diferencias que tenían los dos árboles entre sí, podrían significar que las frutas eran totalmente distintas y que posiblemente éstas no le causarían tanto malestar.

Decidió que volaría para intentar alcanzarlas por más altas que estuvieran. Lo intentó y aunque estuvo cerca de llegar a las últimas ramas de su árbol favorito, no lo consiguió. Era un hada pequeña, además de ser algo, o más bien muy temerosa con los árboles frutales. Pensaba que este árbol que en ocasiones parecía quererla mucho, no quería que ella llegara hasta sus frutos.

Este encuentro finalizó con un fuerte abrazo entre el hada y el árbol y sin decirse ni una sola palabra referente al tema de las frutas, ella volvió a su bosque esperando otro momento de encontrarse con el hermoso árbol aunque con muchísimo temor de que éste nunca permita que ella alcance sus hermosos frutos.

martes, 11 de octubre de 2011

YO SOY EL QUE TE ENVÍA ROSAS

Pablo era un joven que acababa de terminar secundaria en un pequeño pueblo de Argentina llamado Malena. Pablo siempre se interesó mucho por la historia del mundo por lo cual durante su bachillerato fue el mejor en esta área. El día del grado el rector de su colegio le entregó una beca para estudiar historia en cualquier lugar de Latinoamérica. El colegio corría con los gastos de transporte de Pablo y su padre al lugar que él eligiera.
¡Quiero ir a Colombia! Dijo Pablo.

¿Cómo haremos para sobrevivir en este extraño país? Preguntó su padre.

Tal vez si arriendas esta casa obtendrás dinero suficiente al menos por unos cuantos meses mientras encuentras algún trabajo. Respondió Pablo.

Esta fue una buena idea para su padre.


Viajaron a Bogotá y sin tener lugar fijo para vivir empezaron a caminar en esta ciudad buscando una casa que se ajustara a su presupuesto. Diez minutos después vieron una tienda que decía “Bienvenido a Bogotá”. Al ver este aviso Pablo dijo a su padre: “Vamos a ese lugar. Yo pienso que allí podemos encontrar un mapa de la ciudad”. Efectivamente una de las tantas cosas que vendían en esa tienda era un mapa de Bogotá. Continuaron su camino y una hora después decidieron sentarse un momento a descansar en un parque. En ese parque había una inusual máquina con una letra algo pequeña pero en la que se podía leer: “Apriete este botón”. Alfonso, el padre de Pablo, fue hacia ella y apretó el botón que estaba debajo del aviso. En la parte inferior de la máquina había dos vasos de agua. Estos fueron bastante útiles en ese momento para Pablo y Alfonso.
Luego de botar las tapas que decían “Alcaldía de Bogotá”, continuaron su camino. Tras averiguar varias casas que no cumplían con las condiciones necesarias para ellos, encontraron una bastante agradable. Esta casa era muy pequeña, más o menos la mitad de lo que era la suya en Argentina, pero ahí podían acomodarse Pablo y su padre, además costaba un poco menos de lo que ellos tenían presupuestado y quedaba relativamente cerca de la universidad de Pablo.

Una semana después de estar en Bogotá Pablo inició clases. La primera asignatura con la que se encontró en su carrera fue Literatura. Sinceramente Pablo no conocía de esto. Terminada la clase se dirigió a un lugar de su universidad llamado “Rincón de Estudiantes”. Según algo que había leído por ahí, en ese lugar permanecían los mejores estudiantes en todas las asignaturas. Al llegar observó cien mesas. En cada una de ellas estaba sentada sólo una persona.

Por las expresiones de sus caras la mayoría de ellas parecían cansadas a excepción de unas pocas, entre ellas el joven de la mesa número 12 que vivía cerca a su casa. Pablo se acercó y le dijo: “¿Puedes recomendarme un autor de literatura?”.
El joven respondió: “Yo no puedo ayudarte, pero estoy seguro de que la jovencita que se encuentra en la mesa número 94 puede darte ese dato”.


Cautelosamente Pablo se dirigió a la mesa número 94 y le dijo a aquella señorita: “¿Puede usted recomendarme un buen autor de literatura?”. Muy amablemente ella respondió: “Por supuesto. Mira, Gabriel García Márquez es un reconocido escritor colombiano, tiene muy buenos ejemplares sobre esta clase”. Pablo agradeció y se fue de inmediato a la biblioteca a buscar libros sobre este autor.
Le impactó uno que se llamaba “12 Cuentos Peregrinos”.
Ese mismo día Pablo empezó a leerlo. Con base en este libro empezó a escribir literatura. Su primer texto se llamó “Una Sirena Varada”. Días después de entregárselo a su profesor, este llegó a clase y, con una sonrisa en su rostro mostró el texto a todos los estudiantes y dijo: “Así es como se hace”, “Así se escribe literatura”. Estas palabras motivaron a Pablo a seguir produciendo textos de ese tipo.

Mientras los escribía tenía siempre en su mente la cara de aquella señorita de la mesa 94 a la que cada viernes, sin falta, enviaba rosas con el joven de la mesa 12. Ella intrigada siempre preguntaba quién le enviaba esas hermosas rosas rojas con las que adornaba su mesa. Por supuesto el joven que las entregaba guardaba silencio. Siete meses después, Pablo decidió volver a ese “Rincón de Estudiantes” y acercándose suavemente a la mesa 94, entregó a esa joven un pequeño libro titulado: “Yo soy el que te envía rosas”.

COMO DE OTRO MUNDO

  Casi llegas a casa, te faltan más o menos 30 metros para llegar a la puerta. Sin detenerte sacas de tu bolsillo el reloj que te ha regalado tu madre. Lo abres y ves en su cara superior la diminuta foto de tu familia, en una milésima de segundo, casi sin darte cuenta, sonríes levemente sin dejar que tus dientes se vean, miras la cara inferior del reloj, son las 9:39pm y estás a punto de tocar la puerta de tu casa. En tu interior hay un poco de angustia porque papá dijo que debías llegar a las 9:30. Son las 9:40 y finalmente has llegado a casa. Le das tres golpes suaves a la puerta, no necesitas más porque siempre tocas la puerta de la misma manera y mamá sabe que eres tú. Tu respiración está alterada porque venías corriendo, no te sientes bien, nunca habías llegado tarde a casa. Tres minutos después te sorprendes al notar que nadie te ha abierto la puerta, frunces el ceño y vuelves a tocar. Esta vez los golpes son un poco más fuertes. Esperas nuevamente tres minutos pero todo sigue igual. Ya son más de 6 minutos los que llevas parado en la puerta de tu casa sin que nadie se haya percatado de tu llegada. Eres una persona paciente aunque esta situación te incomoda. Tocas la puerta por tercera vez y mientras esperas diriges la mirada al interior de tu bolso para sacar un libro de cuentos que te ha regalado una persona muy importante para ti. Pretendes leer uno de ellos pero cuando vas a sacar el libro, ves en tu bolso unas llaves muy parecidas a las de papá, esas que no permite que alguien coja.

Piensas que debe haber alguna razón por la que estén allí pero no te detienes en encontrarla. Inmediatamente como es lógico, intentas abrir la puerta con ellas ya que llevas casi 10 minutos parado frente a tu casa. Abres la puerta y bajas las dos escalas anchas y bajas que están inmediatamente después de la puerta. Miras a tu alrededor con cara de preocupación ya que en la sala sólo están esos muebles rojos que parecían hermosos cuando todos estaban allí reunidos pero que en este instante se ven tan fríos. Te detienes al lado del más grande y aunque por lo general no gritas, llamas a mamá con un poco de angustia fácil de percibir en tu voz, Nadie contesta. Continúas caminando en el interior de tu casa, aun con la esperanza de encontrar alguien allí. Te diriges a la cocina buscando principalmente a mamá. Por lo general está en ese lugar cuando llegas, esperándote con una deliciosa cena y lo mejor, con una gran sonrisa en sus labios. Siempre te pregunta cómo te fue y busca tener contigo una amena aunque corta conversación antes de que empieces a cenar.

Llegas a la cocina y por fin vez a alguien, pero no es mamá, es una mujer de cara absolutamente inexpresiva, no te atreves a hablarle. Ella, gira por un segundo al darse cuenta que llegaste, te sirve la cena y se retira. La observas y ves que se dirige al cuarto grande en el que se quedan los primos cuando llegan a pasar vacaciones con tu familia. Todo te parece extraño, irreal. Miras la cena, parece deliciosa pero no tienes hambre, sin embargo la comes porque papá y mamá te han enseñado a no dejar la comida servida. Te demoras más de tu tiempo normal. Cuando terminas la cena, recoges el plato como de costumbre y lo lavas. Detrás de ti ves a aquella mujer rara haciendo una cara de sorpresa desagradable y cuando te sientes con la valentía de preguntarle algo, ella de nuevo gira y se va al cuarto del que piensas, se ha apoderado. Ya son las 10:45pm, han pasado alrededor de 55 minutos desde que lograste entrar a casa y ni tus padres ni tus hermanas dan señales de vida. Sigues caminando dentro de tu casa con la intención ahora de encontrar a tu hermana menor. Manuela, esa pequeña a la que parece, le está dando dificultad pasar de ser niña a ser adolescente pero que a pesar de sus cosas extrañas que dice a veces, su repentino cambio de vestir y su personalidad un poco indefinida, quieres con el alma.

Te diriges a su cuarto, supones que está dormida pero en esta extraña situación quieres asegurarte de que al menos esté allí. Los 5 cuartos de tu casa están un poco más allá de la cocina. El de Manuela está de segundo, en medio del de tus padres y el tuyo. Cuando nació la ubicaron ahí para que se sintiera protegida y aunque quiera aparentar que no necesita esa protección, en el fondo se puede notar que aún le encanta ser la niña de los ojos de papá y un poco la tuya aunque no seas mucho mayor que ella. Por eso la quieres tanto, porque sus ojos todavía brillan con esos abrazos fuertes de sus hermanos y de sus padres.

Bien, haz llegado al cuarto de Manuela. La puerta parece estar cerrada pero cuando te recuestas un poco en ella, se abre. Son las 10:49 y aunque a esa hora tu hermanita estaría dormida, la encuentras en su cama, frente a un aparato algo extraño. Se parece un poco a los computadores que has visto por televisión pero este es mucho más pequeño, parece ser de una sola pieza, además es negro. Todo parece aún más extraño. El miedo te ha invadido y no quieres preguntarle a Manuela cómo se llama su nuevo aparato con el que parece jugar. Sin embargo te angustia muchísimo no saber nada de tus padres y decides preguntarle por ellos. A lo cual tu hermanita responde: “¿No sabías?, papá se fue a un viaje de negocios, tardará dos semanas en volver según le escuché a mamá. Ella está dormida hace mucho rato, debe ser que llegó cansada de la reunión. Ah, y Ángela no ha llegado, supongo que no amanecerá hoy acá.” 

Todo para ti se hace muchísimo más confuso que al inicio y empeora cuando tu hermanita termina diciendo: “Sebas, sal de mi cuarto y cierras la puerta. Adiós.” Son las 10:54pm, te vas a tu cuarto sin entender nada de lo que ha pasado desde que llegaste a casa. Entras a tu cuarto sin prender alguna luz, reconoces el lugar de tu cama y te acuestas. El miedo, la incertidumbre, la angustia, la tristeza que se ha generado en estos largos 74 minutos no te deja dormir inmediatamente. Piensas en lo inconcebible que has visto y escuchado. “Mamá nunca se duerme antes de yo llegar, siempre me espera”, “¿De qué reunión hablaba Manuela?”, “Papá jamás se iría a un viaje de dos semanas teniendo en cuenta que en tres días Ángela se gradúa del colegio”, “Ángela nunca amanece fuera de casa”, “Por más cambiante que esté Manuela, no me hablaría en ese tono autoritario y sin mirarme a los ojos”, “¿Quién es esa mujer que mas parece un robot, que me entregó la cena?”, “¿Qué es el nuevo juguete de mi hermanita?”. 

Ya son las 11:30pm y exhausto por no encontrarle respuestas a todas tus preguntas, decides no pensar más en ello. Cierras los ojos y recuerdas el nacimiento de Manuela, el cumpleaños número 15 de Ángela, los juegos de trompo con tus amigos pocos años atrás, entre otros momentos felices. Rápidamente te quedas dormido. Cuando vuelves a abrir los ojos, no sabes cuánto tiempo ha pasado, sólo te das cuenta de que mamá está a tu lado diciéndote que te levantes porque se te hará tarde para ir al colegio y papá está en la mesa del comedor reprochándote en voz un poco más alta de su volumen normal que hoy no alcanzarás a desayunar con la familia. Mientras te diriges velozmente hacia el baño ubicado al final de la casa, iniciando el patio, recuerdas ese sueño que parecía tan real y agradeces a Dios por estar de nuevo en casa. Te ríes un poco pensando que ningún ser humano soportaría una vida como la de ese extraño sueño.

lunes, 10 de octubre de 2011

SINFONÍA


Basado en la imagen "Discutiendo la divina comedia"
    
 Era el purgatorio el lugar donde se encontraban reunidos los personajes más famosos del mundo, esos que de una u otra manera han dejado huella en la humanidad. Allí cada uno de ellos tenía preparada una intervención. Ya habían hablado más de 20 personajes quienes debido a la diferencia de idiomas no consiguieron que la totalidad de los presentes prestara atención. Continuaron haciendo sus presentaciones y de la misma manera continuaba la desatención por parte de las personas que hablaban una lengua diferente de la que en el momento exponía. Sólo comentaban basados en sus pensamientos sobre lo que decía cada uno de ellos. Pero, en el purgatorio, había una persona que sin necesidad de hablar se destacaba.

Era Bethoven quien en absoluto silencio prestaba atención a todos los ponentes pareciendo entender cada una de sus palabras aun sin poder escucharlas. Bethoven fue la última persona en intervenir en esta reunión y con una magistral interpretación de su piano fue el único de los presentes que logró captar la atención de todos. Esta bella sinfonía a la que se unieron Mozart con su violín y Kofi Annan con una sorprendente interpretación de la flauta traversa, logró que el Ché Guevara bajara su arma, que Adolfo Hittler sonriera, que Bill Clinton observara sin el telescopio y que todos entendieran lo que estas notas musicales querían decir.