martes, 11 de octubre de 2011

YO SOY EL QUE TE ENVÍA ROSAS

Pablo era un joven que acababa de terminar secundaria en un pequeño pueblo de Argentina llamado Malena. Pablo siempre se interesó mucho por la historia del mundo por lo cual durante su bachillerato fue el mejor en esta área. El día del grado el rector de su colegio le entregó una beca para estudiar historia en cualquier lugar de Latinoamérica. El colegio corría con los gastos de transporte de Pablo y su padre al lugar que él eligiera.
¡Quiero ir a Colombia! Dijo Pablo.

¿Cómo haremos para sobrevivir en este extraño país? Preguntó su padre.

Tal vez si arriendas esta casa obtendrás dinero suficiente al menos por unos cuantos meses mientras encuentras algún trabajo. Respondió Pablo.

Esta fue una buena idea para su padre.


Viajaron a Bogotá y sin tener lugar fijo para vivir empezaron a caminar en esta ciudad buscando una casa que se ajustara a su presupuesto. Diez minutos después vieron una tienda que decía “Bienvenido a Bogotá”. Al ver este aviso Pablo dijo a su padre: “Vamos a ese lugar. Yo pienso que allí podemos encontrar un mapa de la ciudad”. Efectivamente una de las tantas cosas que vendían en esa tienda era un mapa de Bogotá. Continuaron su camino y una hora después decidieron sentarse un momento a descansar en un parque. En ese parque había una inusual máquina con una letra algo pequeña pero en la que se podía leer: “Apriete este botón”. Alfonso, el padre de Pablo, fue hacia ella y apretó el botón que estaba debajo del aviso. En la parte inferior de la máquina había dos vasos de agua. Estos fueron bastante útiles en ese momento para Pablo y Alfonso.
Luego de botar las tapas que decían “Alcaldía de Bogotá”, continuaron su camino. Tras averiguar varias casas que no cumplían con las condiciones necesarias para ellos, encontraron una bastante agradable. Esta casa era muy pequeña, más o menos la mitad de lo que era la suya en Argentina, pero ahí podían acomodarse Pablo y su padre, además costaba un poco menos de lo que ellos tenían presupuestado y quedaba relativamente cerca de la universidad de Pablo.

Una semana después de estar en Bogotá Pablo inició clases. La primera asignatura con la que se encontró en su carrera fue Literatura. Sinceramente Pablo no conocía de esto. Terminada la clase se dirigió a un lugar de su universidad llamado “Rincón de Estudiantes”. Según algo que había leído por ahí, en ese lugar permanecían los mejores estudiantes en todas las asignaturas. Al llegar observó cien mesas. En cada una de ellas estaba sentada sólo una persona.

Por las expresiones de sus caras la mayoría de ellas parecían cansadas a excepción de unas pocas, entre ellas el joven de la mesa número 12 que vivía cerca a su casa. Pablo se acercó y le dijo: “¿Puedes recomendarme un autor de literatura?”.
El joven respondió: “Yo no puedo ayudarte, pero estoy seguro de que la jovencita que se encuentra en la mesa número 94 puede darte ese dato”.


Cautelosamente Pablo se dirigió a la mesa número 94 y le dijo a aquella señorita: “¿Puede usted recomendarme un buen autor de literatura?”. Muy amablemente ella respondió: “Por supuesto. Mira, Gabriel García Márquez es un reconocido escritor colombiano, tiene muy buenos ejemplares sobre esta clase”. Pablo agradeció y se fue de inmediato a la biblioteca a buscar libros sobre este autor.
Le impactó uno que se llamaba “12 Cuentos Peregrinos”.
Ese mismo día Pablo empezó a leerlo. Con base en este libro empezó a escribir literatura. Su primer texto se llamó “Una Sirena Varada”. Días después de entregárselo a su profesor, este llegó a clase y, con una sonrisa en su rostro mostró el texto a todos los estudiantes y dijo: “Así es como se hace”, “Así se escribe literatura”. Estas palabras motivaron a Pablo a seguir produciendo textos de ese tipo.

Mientras los escribía tenía siempre en su mente la cara de aquella señorita de la mesa 94 a la que cada viernes, sin falta, enviaba rosas con el joven de la mesa 12. Ella intrigada siempre preguntaba quién le enviaba esas hermosas rosas rojas con las que adornaba su mesa. Por supuesto el joven que las entregaba guardaba silencio. Siete meses después, Pablo decidió volver a ese “Rincón de Estudiantes” y acercándose suavemente a la mesa 94, entregó a esa joven un pequeño libro titulado: “Yo soy el que te envía rosas”.

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