jueves, 5 de enero de 2012

Nada Trascendente

Y se reía de todas las historias que contaba su abuela. "Que debajo de un árbol un 24 de diciembre a las 12 de la noche invocaban malos espíritus. Cuánta imaginación tiene ella" decía. No sabe la satisfacción que me da verlo en ese estado y sí, lo estoy mirando desde un lugar que no podría tan siquiera imaginarse pero que ahora, en esa situación, me creería. Usted es un mentiroso que decía no creer en espíritus ni malos ni buenos. Si no hubiera creído, jamás hubiera intentado invocarlos porque usted sabe que había cosas más interesantes que jugar con algo que no va a producir nada. Pero esos juegos malditos, o benditos para mí en este momento, le producían cosas que le gustaba sentir.

Tan arriesgadito que parecía, tan invencible este imbécil. Ja ja ja ja ja. Todavía me acuerdo cuando supuestamente era mi amigo y cuando yo disfrutaba jugando a ser el suyo. Pobre infeliz. Si hubiera sabido que jamás quise ser su amigo, no me gustan los amigos, no existen. Lo único que realmente quería era llevarlo a ese lugar donde se encuentra ahora, darle ánimos para que se fuera a caminar por un lugar desconocido. Mientras su madre cocinaba usted y yo hablábamos junto al árbol de naranjas que se encontraba en todo el centro del patio de su casa. Llevábamos casi un año de amistad y ya me había ganado su confianza. Usted era un niño bueno gracias a mí, a mis consejos y a lo que yo le enseñaba. Por eso, cuando le dije que invitara a sus amigos a jugar con la tabla ouija, le pareció una maravillosa idea. Todos fueron a su casa ese caluroso sábado en la tarde. Ese día sus padres habían decidido salir.

Yo había arreglado todo con un amigo suyo -bueno, con otro de esos que como yo, decía ser su amigo. Así eran todos sus amigos-. Esa tarde de sábado ustedes tenían listas las mentes para enfrentar los espíritus. Iniciaron invocando un gato. “Que estúpido era usted”. Siguieron jodiendo con su dichosa tabla por 2 horas aproximadamente hasta que se presentó la oportunidad perfecta, lo que usted y yo estábamos esperando. Por fin se cansó de invocar bobadas e invocó a su hermano que al día siguiente cumpliría un año de muerto. Lo quería mucho ¿cierto?, era su mejor amigo. Pero eso a mí me tenía sin cuidado. Cuando escribió el nombre de su hermano en la tabla, fingí una voz que le decía: “No te imaginas cuanto te extraño pequeño. Aún vivo aunque no lo creas. Sé dónde podemos encontrarnos”. Al escuchar eso usted lloró algunos segundos pero sonrió estúpidamente.  De inmediato preguntó al espíritu por aquel lugar. Me inventé una dirección muy extraña. Realmente no tenía idea lo que pasaría pero sabía que iba a alejarlo de sus padres que poco o nada le importaban a usted desde la muerte de su hermano.

Entonces le dije: “Debes ir a la terminal y buscar un bus azul con amarillo. Preguntas en la ventanilla cuál  es el lugar más lejano al que viajan y dices que te vendan un tiquete a ese lugar. Por lo pequeño que eres te será necesario explicar que tu hermano te dio el nombre del lugar pero que no lo recordabas aunque también te dijo que era la ciudad más lejos a la que llegaba esta empresa de buses. Dirás también que tu hermano esperará por ti en la terminal de aquella ciudad. Eso será suficiente para que te vendan el pasaje. El dinero lo sacarás del cofre que mamá guarda en el segundo cajón de la mesa de noche que está al lado de dónde siempre duerme papá. Sácalo todo para que te alcance para comprar el pasaje y muchos dulces cuando nos encontremos. Papá y mamá no se enojaran por el dinero cuando se enteren de que estás conmigo. Cuando llegues a la terminal no habrá nadie esperándote pero te será fácil encontrarme. Esta ciudad es casi totalmente igual a la nuestra. Sólo debes caminar como si fueras a casa y cuando encuentres la casa, nuestra casa, pintada de un color claro, casi blanco y con las ventanas doradas así como tu casa, entrarás. Te dejo la puerta abierta, sigue por el pasillo y llega al patio. Ahí estaré yo, recostado en el árbol de naranjas.  Esperándote ansioso para darte un abrazo y seguir hablando contigo, dándote consejos sobre la vida que apenas inicias pequeño Frank”.

Como un idiota, como lo que era, usted siguió todas las instrucciones que yo le había dado. Cuando sacó la plata del cofre de su mamá, le dejó una hoja llena de mamarrachos de feos colores que decía: “estoi con beto”.
Dos horas y 30 minutos después de salir de la casa, regresaron sus papás a despertarlo para darle la noticia de que su hermano Beto estaba vivo, que el cadáver que habían encontrado aplastado por ese camión aquel 3 de octubre no era el de su hermano y que la bicicleta que había cerca del lugar tampoco era de él, sólo era una del mismo diseño como muchas en su ciudad.

A su hermano le encantaba montar en bicicleta y el día en que supuestamente había muerto se las dio de aventurero y se fue por una carretera desconocida. Intentando regresar a la casa dio muchas vueltas que lo único que hicieron fue alejarlo más. Agotado de intentar regresar a la ciudad se quedó dormido en un potrero lejano. Al día siguiente cuando despertó se sentó a llorar. Ese niñito de siete años era un cobarde igual a usted. Una familia de una finca cercana al potrero lo recogió y se lo llevó para allá. Le preguntó por el nombre de la ciudad dónde vivía pero él no sabía el nombre. Hacía tan sólo 10 días vivían allá. Dio el nombre suyo y de sus papás pero nadie los conocía y optaron por quedarse con él y adoptarlo como un octavo hijo. Durante un año lo trataron igual que a los otros siete hijos de ellos. Hasta que hace un mes, la señora que vive enseguida de su casa viajó a ese pueblo donde estaba su hermano y lo vio con un señor comprando unas frutas. Como esa vecina es de esas viejas chismosas que mantienen en la casa de todo el mundo, reconoció a su hermano y se comunicó con sus papás.

Esa tarde de sábado ellos viajaron al pueblo y se dieron cuenta que sí era Beto. A usted no le dijeron para dónde iban porque no querían que se ilusionara con cuentos que podían ser falsos. Ellos llegaron muy contentos a darle la noticia con la convicción de que usted se pondría igual o más feliz que ellos. Al no encontrarlo pusieron la casa patas arriba y su mamá recordó que una vez usted la había visto sacar dinero del cofre y fue a revisarlo. Cuando encontró la carta se puso a llorar y su papá llamó a la policía. Les dijo que usted no estaba bien desde la supuesta muerte de su hermano y que les decía que en el árbol de naranjas usted tenía un amigo con el que hablaba todos los días y que era muy parecido a su hermano. Ellos no veían a nadie y pensaban que eran cosas de la niñez y del trauma causado por la muerte del hermano pero jamás lo vieron como algo trascendente.

Hoy es 21 de octubre, sus papás y su hermano ya completan 18 días buscándolo y usted lleva 18 días buscando a su hermano en una gigante ciudad desconocida.

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