La historia dice
que el casete apareció por primera vez en Europa en 1963 como reemplazo a los
discos de vinilo o LP (Long Play). Debido a que el casete era más resistente,
más fácil de transportar y su grabación era más simple, rápidamente empezó a usarse
mucho más que los LP. Esta cajita llena de cinta fue mi primer contacto con la
música.
Todas las
canciones que se escuchaban en mi casa estaban en casetes. Desde las baladas
románticas amadas por mi abuela, pasando por la música andina favorita de mi
mamá, hasta llegar al rock, el más escuchado por mi abuelo y mi tío. Sin
embargo, la curiosidad infantil hizo que el casete pasara de ser una caja con
música a convertirse en mi juguete favorito. Luego de varios castigos aprendí
que si seguía haciendo pelucas con las cintas de los casetes me quedaría sin
música por lo que decidí aprender a usarlos para lo que estaban hechos.
Conocí entonces
el lado A y B que soportaban, en general, 30 minutos cada uno; mamá me enseñó a
grabar en ellos música de otros casetes y cedés prestados; gracias a mi tío me
volví walkmandependiente. En esos tiempos el casete me parecía un invento
asombroso; dejó de ser mi juguete para convertirse en mi amigo, tal como lo era
el libro de cuentos de Rafael Pombo, la cartilla Nacho Lee y el libro Cuentos
de Niños para Niños.
Pero los años
pasan y la tecnología avanza rápidamente. Ahora ha quedado atrás esa cajita resistente,
que no se rayaba, a la que nadie le tenía envidia porque para tener una de las
mismas de tu amigo lo único que necesitabas era un par de casetes vacíos, dos
caseteras (una podía ser la de tu amigo) o una con doble compartimiento y
conocimientos básicos sobre cómo manejarlas.
Hoy, 50 años
después de la salida al mercado de este aparatico mágico no queda más que ir a
ese viejo baúl de los recuerdos que está en la casa de algunos y en la memoria
de otros y sentir el olor del casete, un poco a polvo, a Jose Luis Perales, a
Kjarkas, a Sui Generis, a recuerdos.
(Publicado inicialmente en la edición 01 de Fanzine Pulponar).
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