Luego de 65 años de vida en los que experimentó diferentes
sentimientos, la margarita muere postrada en un campo de guerra a causa de una
enfermedad tormentosa, todo porque siempre fue una flor rebelde que no se
rendía ante las adversidades y cuando se enteró de que padecía este cáncer le
importó poco y siguió luchando hasta donde el tallo aguantó y hasta donde su
energía acabó.
Meses antes de morir analizó sus últimos 20 años de
vida. Pensaba en lo que había vivido allí y se sorprendió al encontrar muchas
cosas negativas.
La década de los 40 a los 50 años fue una etapa de
transición en la que su vida cambió radicalmente. Allí su salud empezó a
deteriorarse. Los cambios hormonales propios de la menopausia la pusieron muy
susceptible; ya sus pétalos no eran los mismos y tuvo que empezar a tomar
suplementos de calcio para prevenir la petalosis; su estado físico empezaba a
pasar factura, se cansaba más rápido de lo habitual, sus ramas no soportaban
largas horas de exposición al sol ni al agua.
Luego de esto su cerebro tampoco fue el mismo. La
calma que la caracterizaba de un momento a otro se fue y empezó a complicarse
la vida con cosas que antes ignoraba. Dejó de sentirse orgullosa de sus retoños
y empezó a recriminarles todo lo que dejaban de hacer. Su desorden, sus notas,
sus amigos, su poca colaboración con los oficios del jardín, su hora de
levantarse y de acostarse, eran ahora asuntos de su preocupación. Ya no se
sentía feliz consigo misma, era muy quejumbrosa como pensaban ellos.
Más tarde su memoria le empezaba a jugar una mala
pasada. Preguntaba un asunto varias veces y sus retoños empezaron a rechazar su
comportamiento. Le gritaban diciéndole que eso ya se lo habían dicho. Nadie
sabía lo que ella sentía cuando le decían eso.
La memoria de ellos era aún peor ya que no recordaban
cómo ella les repetía las mismas respuestas con el mismo amor cuando ellos
estaban pequeños.
Fue ahí cuando sintió que había vivido más de lo que
debía y pese a que ya no había marcha atrás, confiaba ciegamente en la
reencarnación.
Momentos después de pensar en esto, muere en ese campo
de guerra llena de aparatos prestados de otras flores que la mantenían con
vida.
Un mes después siente que nace de nuevo en una pequeña
rosa. Con el paso del tiempo se da cuenta de que ha reencarnado en ella. El
cuerpo de esta pequeña lo siente como parte suya y no quiere que cometa los
mismos errores que ella cometió. Su juventud la vive de una manera muy
tranquila como en su anterior vida.
Sin embargo los años pasan y al llegar a los 40 siente
un profundo miedo de vivir, no quiere repetir la historia por lo que la mente
de la margarita en el cuerpo de esta bella rosa decide quitarse una a una sus
espinas y enterrárselas hasta que su rojo se va desvaneciendo gota a gota y se
marchita.